Psicólogo. Enrique López Ambía.

¿Alguna vez has oído decir a alguien “no es posible tener relaciones de pareja sanas sin antes tener salud emocional“? Si bien es verdad que si somos maduros emocionalmente será mas sencillo que tengamos relaciones sanas, habría que entender qué son una y otra.

Nuestra capacidad de relacionarnos en cualquier circunstancia: amorosa, amistosa, familiar, laboral o social es un indicador de nuestra salud emocional, al ser un proceso de adaptación constante incluye nuestra mirada de la vida, la empatía, asertividad, compasión, resiliencia, diálogo y sobre todo tolerancia.

Las relaciones de pareja

Pero son particularmente desafiantes, ¿por qué? Dado que se involucra la emoción, la convivencia frecuente, el diálogo, la resolución de conflictos, la transparencia, la confianza, el compromiso y la consideración del otro en nuestras decisiones, requiere de cuidado y esfuerzos constantes; por otra parte la relación de pareja nos permite obtener un espacio de escucha, de alegría, de complicidad, juego, solidaridad, acompañamiento, comprensión, empatía, planificación, sueños, erotismo y sexo, entre otras muchas.

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Como en un sistema que se retroalimenta, no es posible obtener los beneficios de las relaciones si no existe reciprocidad y si no se da aquello que se espera, una relación de pareja no puede sostenerse de forma sana fundada en el egoísmo o la indiferencia.

Pero las relaciones son complejas, y si las relaciones amistosas, familiares y de trabajo son complicadas, las relaciones de pareja son aún más exigentes y la mayor parte de las personas aprendemos de forma vicaria, es decir imitando, a relacionarnos a través de los modelos de nuestros padres, familiares, amigos y en muchos casos por los medios (películas, libros, redes sociales, etcétera).

En el proceso de maduración, podemos tomar consciencia de que estos modelos de relacionamiento no son siempre los mejores y a veces son definitivamente tóxicos: las agresiones pasivas, la manipulación, el ocultamiento, el machismo, el victimismo, los apegos poco sanos, los gritos, inclusive la violencia física. Muchas veces buscamos en la relación de pareja un espacio donde imponer nuestra visión de la vida, esperamos que el otro nos reafirme y que no existan cuestionamientos, inclusive que haya sumisión ante nuestras exigencias, o podemos vernos en la posición de aceptar todo esto solo para conservar la relación.

En muchas ocasiones nos vemos repitiendo estos patrones de comportamiento y elegimos parejas que se “adaptan” con facilidad a ellos, las frases como “todos son iguales”, “ya sabes como son las mujeres” etcétera, están ancladas en un sesgo de confirmación, por el cual terminamos por ver siempre lo mismo en las personas con quienes nos relacionamos y perdemos de vista las posibilidades de relacionarnos de mejor manera y con quien no tenga estos perfiles de personalidad. Nuestra historia y el aprendizaje están presentes constantemente, y aunque suene paradójico, buscamos aquellas relaciones en las que podemos aplicar y repetir esa forma de convivencia y vemos a las personas que no coinciden con el mismo como “poco atractivas” o “aburridas”.

La salud emocional

La salud emocional, es el equilibrio donde nos sentimos bien con nosotros mismos y con los demás. Es el complemento para una vida activa y sana. Consiste en aprender a reconocer nuestras emociones y desarrollar un comportamiento que permita expresarlas. De manera que no se trata de ser de una forma en específico o cumplir ciertos requisitos que están en una lista, sino de tratar de comprender lo que sentimos, conocer nuestra limitaciones, convivir de forma que cuando nos desregulemos podamos volver al equilibrio y aprender de la experiencia, integrándola a nuestras capacidades de mejora constante.

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La salud emocional no es igual para todos.

Pero la única manera de tener relaciones sanas es relacionarnos, solo en la convivencia es que podemos aprender, solo llevándolo a la práctica es posible que desarrollemos nuestras capacidades para hacerlo de mejor manera.

Por supuesto que pasa por la auto observación, en la escucha de lo que decimos, cómo lo decimos y con que intención lo hacemos. Si negamos nuestras emociones, necesidades, carencias y capacidades, estaremos a disgusto con lo que ocurre, y veremos al otro como una fuente de conflictos por nuestro miedo a mirarnos a nosotros mismos.

El bienestar emocional no es una meta o un sitio al que se llega y uno se queda ahí, es un proceso dinámico que tiene que ver con nuestra capacidad para cambiar ante circunstancias nuevas. La vida no es estática y el cómo nos adaptemos a ella es la medida real de la capacidad emocional. Una relación de pareja por definición es un espacio de cambio, en el que la constante es la posibilidad de ser mejores y el deseo de compartir con alguien especial lo que vamos siendo y evolucionando.

Si identificas que los conflictos de pareja te parecen inmanejables, que pierdes el control, que no sabes dialogar, que desconfías o que crees necesario ocultar cosas, eso no significa que debas evitar las relaciones o que debas resolver todo esto para poder relacionarte, lo que es fundamental es que puedas observar en ti y en tu pareja estos patrones y hablarlos, no perder la cabeza ante lo desafiante que el dialogo puede ser. Aprender a conocernos implica observarnos, qué sentimos en el cuerpo y en la emoción, el proceso puede ser muy edificante y satisfactorio cuando aprendemos que los conflictos de pareja son oportunidades para que la relación y nosotros mismos nos fortalezcamos, cada conflicto solucionado fortalece nuestro vínculo, el conflicto negado o que se evade solo posterga la explosión y la frustración.

El proceso psicoterapéutico es un espacio para reflexionar sobre nuestro estilo de comunicarnos y relacionarnos, hacer conscientes nuestras limitaciones y miedos, así como reconocer nuestras fortalezas y estimularlas, las relaciones de pareja se ven beneficiadas por el mismo pero no son una condición indispensable.

La única manera de aprender a vivir relaciones sanas de pareja, de fortalecer nuestra salud emocional es precisamente relacionándonos, no en el aislamiento, que en el fondo es evitación.

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