Psicólogo. Enrique López Ambía.

Aún cuando el duelo es multifactorial, dada la situación por la pandemia de COVID 19, nos concentraremos en la que se relaciona con la muerte, en otro tocaremos los duelos ampliados, relacionados con las limitaciones, la incertidumbre etc.

El duelo es una respuesta emocional ante una pérdida, y es un tránsito NORMAL ante la misma. Así el duelo es el proceso de adaptación a la nueva situación que se vive ante la pérdida que sufrimos y que tiene un impacto emocional vital.

El duelo ocurre, independientemente de la persona, es un proceso que se vive de una manera u otra, hay que asumir que debemos transcurrirlo conscientemente.

El duelo no es una situación patológica, pero es un evento de mucha desregulación emocional, que requiere de un ajuste emocional, cognitivo, espiritual y conductual, ya que esta desregulación es la respuesta natural ante una situación que puede ser inclusive traumática. Existe un duelo patológico, que invariablemente debe ser atendido por un equipo multidisciplinario que puede incluir a un psiquiatra, psicólogo, tanatólogo u otros.

El modelo más extendido para entender el proceso de duelo es el de Elizabeth Kubler Ross que básicamente cubre 5 etapas:

Si bien este modelo se presenta como una secuencia de estados de ánimo, no siempre ocurren uno tras otro, ni todos tienen la misma duración, inclusive se pueden presentar estados recurrentes y regresos, de manera que es algo que depende de cada persona y su vínculo con aquello que pierde.

También es un hecho que los tipos de pérdidas que podemos enfrentar son muy diferentes, algunos autores tratan de crear una jerarquía, de manera que se pueda entender el nivel de afectación, sin embargo cada persona vive las pérdidas de acuerdo a su propia estructura psíquica-emocional.

Las principales pérdidas son:

  • La muerte de una persona cercana (puede ser también una mascota)
  • Las separaciones afectivas (El divorcio o los cambios en una relación, incluidas las amistades).
  • Los cambios en su salud o en la salud de un ser querido.
  • La pérdida de un trabajo o los cambios en su seguridad financiera.
  • Los cambios en su estilo de vida (como durante la jubilación o al mudarse a un nuevo lugar).

La muerte que yo enfrento no es por COVID 19.

A las personas que en este momento sufren una pérdida por una situación o enfermedad distinta al COVID 19 tienen un duelo complicado, quizá llevan ya un tiempo con el proceso de enfermedad, o bien han sufrido una muerte súbita por algún otro motivo, algo inesperado. En este ambiente de aislamiento físico, las ceremonias de despedida se ven afectadas, la gente no puede asistir a ellas, la despedida parece trivializarse y diluirse entre las muertes adicionales que se viven, la empatía y cercanía de mucha gente se ve disminuida. Elaborar el duelo y darle la trascendencia que para uno tiene es algo que no debe dejarse de lado, cada muerte es individual, y el dolor que esto ocasiona no pierde valor aun cuando en este momento haya una crisis de salud general. Si conoces a alguien que tuvo una pérdida, no relacionada con la pandemia, se deben aplicar las mismas recomendaciones que se dan al final de este artículo, bajo ninguna circunstancia se debe tener una actitud de “esto le está pasando a muchos”, el dolor es el mismo, más aun, expresemos una especial empatía y compasión por el dolor de quien sufre una pérdida.

La muerte y el COVID 19.

Cuando nos enfrentamos a una situación como la actual, la muerte tiene un contexto especialmente difícil, podríamos considerar que es inclusive más complejo que el que ocurre en el contexto de un desastre natural como un terremoto, huracán, explosión volcánica o bien el de las situaciones de violencia, ya sea por un tema bélico o por la delincuencia.

Para las personas que sufren de enfermedades largas, o bien su edad permite suponer que hayan alcanzado ya el final de su ciclo vital, la muerte ocurre en un dolor anticipado, existe una elaboración en la que podemos encontrarnos entre la negación y la negociación. Sin embargo hay elementos que nos preparan de una forma u otra.

Para las personas que sufren la muerte súbita de un ser querido, ya sea por enfermedad, accidente u otras (delincuencia, guerras etc), el proceso puede ser más complejo, ya que no hay una preparación previa, no hay un duelo anticipado. En muchos casos genera un trauma por pérdida que requiere de un trabajo profundo con las emociones que esto acarrea .

La amenaza de esta enfermedad es invisible, está presente como un fantasma, no es una amenaza que podamos identificar como en el caso de un terremoto o el ataque de soldados en una guerra, llega inadvertidamente, una persona aparentemente sana puede ser una amenaza y convertirnos en una amenaza para los que amamos. Esto genera una situación de paranoia generalizada, en palabras de algunas personas “hace imposible vivir así”. Nuestra vulnerabilidad se hace evidente, por lo que podemos vivir una incertidumbre antic, y adicionalmente tenemos la amenaza de una situación futura que no sabemos qué traiga consigo.

Todas las muertes son dolorosas, pero entendamos que el contexto pandémico genera un estado de ánimo social que conlleva muchas consecuencias. Nuestras vidas eran otras hace apenas un par de meses, ya sea que hayamos sido muy precavidos o descuidados, el entorno emocional que la enfermedad ha generado es mayúsculo, las medidas de protección en los hospitales hacen que no podamos, en la mayor parte de los casos, acompañar a nuestros familiares, tememos que nos podamos enfermar si vamos a un hospital, el recibir el servicio médico puede ser un enorme desafío que nos desgasta física y emocionalmente. Inclusive ir por una emergencia que no esté relacionada con el COVID 19 genera ansiedad por la exposición al virus.

Cuando se presenta la muerte de nuestro familiar, nos encontramos con que no es posible la elaboración de las ceremonias que tradicionalmente nos sirven como un apoyo para el tránsito y aceptación de la nueva realidad, ya sea que sea necesaria la incineración o inhumación inmediata, nuestros amigos y familiares no podrán acompañarnos, nos enfrentaremos a la saturación de los servicios funerarios. Todo esto elevará nuestra frustración y dolor, es posible que no seamos capaces de enfrentar solos este tipo de procesos, o que si debemos hacerlo solos, sea un esfuerzo excesivo que nos deje más lastimados y en muchos casos llenos de enojo.

Adicionalmente podemos estar en la situación de que más de un familiar esté enfermo, lo que hace que nos sintamos desbordados, llenos de incertidumbre, o que mueran con poco tiempo de diferencia, que ni siquiera tengamos la certeza de cuál fue la causa de la muerte.

En este escenario, encontrar la regulación e iniciar el proceso de adaptación, elaboración del duelo y trascendencia de la muerte es especialmente difícil, ya que la crisis prosigue, la amenaza no desaparece.

Sin tratar de hacer de este texto una descripción académica, permítanme hacer algunas observaciones con respecto al manejo del duelo y lo que podemos vivir o escuchar durante el mismo:

Debes tener un “cierre”

Cuando la gente habla de tener un “cierre”, se refiere a tratar de establecer temas que podría estar pendientes y lograr algún tipo de reconciliación o comprensión que permita sentirse en paz con dichas situaciones, en el caso del duelo por la terminación de relaciones esto es factible, ya que existe la posibilidad de tener una comunicación y aclaración, o bien de elaborar procesos que no involucren al otro. En el caso de la pérdida de una vida esto es fundamentalmente imposible o bien muy limitado, aquí hablamos más de adaptación que de aceptación, pero difícilmente de cierre. Si bien podemos hacer ceremonias o reflexiones para darle un sitio en nuestra aceptación, es un proceso individual y fundamental para la elaboración del duelo.

¡Ya superalo!

El duelo es un proceso, no es algo que puedas desconectar de forma inmediata y deliberada. Esto es lo peor que le puedes decir a alguien que está pasando por un duelo. Si la persona que está en duelo es importante para ti, seguramente sufres por verlo decaído, se paciente, escucha, apoya, abraza, expresa tu solidaridad, no pienses que esta persona es débil o tonta, acaba de sufrir una herida, dale tiempo, si después de un par de meses ves que esta persona sigue muy desregulada (triste, aislada, con enojo a flor de piel, incapaz de trabajar, desaseada, comiendo mucho o no comiendo suficiente, durmiendo demasiado, excesivamente eufórica, u otras que no seas las que acostumbra), busca el apoyo de un psicólogo o un tanatólogo.

“¡Yo soy muy fuerte, déjenme en paz, no los necesito!”

Esta actitud puede ser un deseo de suprimir los sentimientos, de mostrarnos inamovibles, indestructibles frente a la muerte del otro. Entendamos que esto no es sinónimo de resiliencia o fortaleza, es una manifestación profunda de una vulnerabilidad que nos espanta tanto que sentimos que debemos suprimirlo a como dé lugar. Si bien hay personas que no expresan en público lo que sienten, lo más saludable es que no se supriman las emociones en un duelo. No se trata de bloquear lo que sientes, sino de asumirlo, convertirlo en palabra, lo que tiene nombre deja de ser ominoso, puedes entenderlo y a partir de ello abrirte a la nueva realidad.

Nadie entiende lo que siento.

Es verdad que el sentimiento te pertenece, sin embargo la gente es capaz de expresar empatía por tu situación, acepta que aun cuando lo demás no tienen la capacidad de sentir exactamente lo que te pasa, pueden expresar su cariño y compartir lo que tu sufres permite que alcances una catarsis. Si no sientes confianza de hablar de este tema con las personas cercanas, por el motivo que sea, busca la ayuda de un psicólogo o un tanatólogo. NO TE AISLES.

Los niños no entienden lo que pasa.

Contra lo que podemos pensar, los niños son capaces de comprender conceptos como la muerte, la pérdida de un empleo u otras. Hay que tomar en cuenta la edad de los niños, explicarles con información suficiente para que no se des regulen, en el caso de una muerte no es necesario dar detalles muy profundos, si el niño presencia una muerte o evento traumático, es indispensable que se haga una evaluación por un paido psicólogo para determinar el trabajo que se necesita para reducir un posible problema de estrés post traumático. Los niños deben expresar su dolor libremente y con la contención de las personas mas cercanas y con mucha PACIENCIA y cariño. En ningún caso se debe regañar a un niño por sentir dolor o expresarlo, si no estamos en condiciones emocionales para darle el soporte emocional deberemos buscar el apoyo de un tercero, de preferencia alguien que ame al niño y que se tengan confianza mutua.

¡Échale Ganas!

Decirle a quien vive un duelo “échale ganas” es injusto y poco empático, porque establece que la persona no está esforzándose lo suficiente para trascender su dolor.

¡Ahora llora, cuando en vida se llevaban muy mal!

Esta situación es muy común con todas las posibles variaciones que van aparejadas. la vida es dinámica y azarosa, la muerte nos sorprende a veces sin aviso, a veces es un proceso largo y desgastante. Cuando nuestras relaciones han sido ásperas con alguien, o nos alejamos a consecuencia de una diferencia que parecía insalvable podemos enfrentarnos a muchísima culpa, la culpa puede ser un poco por lo que se mencionó con respecto a los “cierres”, ya no es posible arreglar la diferencia y nos desbordamos con esto. Otra situación que puede ocurrir es que nos alegre la muerte de esta persona con quien tuvimos diferencias mayores o sufrimos agresiones y/o abusos, este sentimiento es socialmente muy condenado, pero no es poco común que ocurra. Si la culpa es tanta que no te permite elaborar el duelo adecuado (ya sea por la imposibilidad de reparación o por esa alegría que no es posible expresar), es adecuado buscar el apoyo de un psicólogo para trabajar esto y poder comprender mejor que es lo que nos pasa.

Como estos hay muchas actitudes ante el duelo, que pueden ser difíciles de sobrellevar, seamos especialmente empáticos.

Como estrategias generales para sobrellevar un mejor duelo tenemos lo siguiente.

  • Se debe tener muchísima paciencia con quien vive el duelo.
  • Se debe expresar amor, verbalizar si es posible y la persona que sufre el duelo lo acepta, la base de la ayuda debe formularse desde el amor que sentimos por una persona que sufre, desde nuestra empatía y compasión por el otro.
  • El contacto físico es fundamental si la persona en duelo está dispuesta a aceptarlo, tomarlo del hombro, la mano, dar un abrazo, una mirada cariñosa.
  • Apoyar con las tareas cotidianas en lo posible, verificar que la persona en duelo tenga comida, ropa y otras necesidades que parecen triviales.
  • Si no vives con la persona en duelo, procurar el contacto cercano, de preferencia en persona, queda de acuerdo en ir a verla, llévale algo de comer, invitala a una caminata, a salir si tiene el ánimo suficiente.
  • Escuchar, la escucha quizá sea más importante que hablar, si la persona en duelo quiere hablar permitelo, sé una buena escucha, si te pide consuelo dálo, pero sin dar consejos que no te pidan, la escucha empática no aconseja a menos que explícitamente se pida el consejo.
  • Invitar a la persona a que haga alguna ceremonia de despedida, dado que no se realizan velorios de forma regular, es bueno que se organice una ceremonia virtual, que se puedan compartir los ritos de sus creencias o bien los que considere que pueden ayudarlo: escribir una carta, despedirse de las cenizas, poner una fotos, que la gente mande una carta… la ceremonia o rito le da cuerpo a la despedida, vuelve real el evento, ayuda con la transición.
  • NO TE DESESPERES, como dije antes: SE PACIENTE.
  • Permite que la persona exprese su dolor, con llanto, con ira, con desesperanza… si la persona se reprime puede ser que postergue el proceso, pero no evitará que ocurra y puede ponerla en situación de vulnerabilidad adicional y afectar su salud.
  • Verifica los patrones de sueño, es normal que exista un desorden temporal del sueño, ya sea que la persona duerma demasiado o muy poco, esto puede extenderse hasta un par de meses, es importante que si es muy severo se busque la ayuda de un médico. Aunque es preferible que se usen estrategias que impliquen la relajación, tales como la respiración, la meditación u otras.
  • Verifica los patrones alimenticios. Tanto si la persona deja de comer como si come excesivamente, o con un patrón muy diferente del normal, esto no debe exceder un par de semanas.
  • Establece una rutina. En lo posible establecer rutinas ayuda a restablecer el estado de ánimo, ya que hace predecibles las actividades.
  • Disfruta de tus placeres personales: escuchar música, leer, ver amigos, salir de casa,hacer ejercicio, comer algo rico.
  • Evita las sustancias tóxicas. El uso de drogas legales e ilegales no se recomienda, el alcohol u otras drogas en este momento puede generar un consumo compulsivo al adormecer las emociones.
  • Si la persona esta demasiado desregulada, no logra elaborar y establecer una adaptación a la nueva situación, es importante buscar la ayuda de un psicólogo o tanatólogo.

Ciudad de México, 27 de mayo de 2020.

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